¿Para cuándo la vacuna?

BUENA PARTE DE la humanidad ESTÁ esperando “la vacuna” que devuelva al mundo su “vieja normalidad”, pero nadie sabe si esto va a ser posible y, de serlo, cuándo sucederá. Las posibles respuestas se encuentran en un infernal cruce de interrogantes.

En esta página intentamos responder las principales preguntas en torno a las vacunas y predecir un desenlace probable con la información disponible al comenzar octubre.

Por Álvaro Díaz (Facultad de Química, UdelaR)

1 de octubre


Con aportes de Gonzalo Moratorio (Facultad de Ciencias, UdelaR, e Instituto Pasteur), Alejandro Chabalgoity (Facultad de Medicina, UdelaR), Gustavo Salinas (Facultad de Química, UdelaR, e Instituto Pasteur) y Gregorio Iraola (Instituto Pasteur). Las interpretaciones y opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor.

¿Por qué hay tanto optimismo sobre que alguna vacuna va a funcionar?

Para el virus de la gripe hay que darse una nueva “versión” de la vacuna cada año, y sólo disminuye el riesgo de contagio a la mitad. Para el virus del SIDA los científicos llevan casi 40 años tratando de encontrar una que sea efectiva. Afortunadamente, lo que sabemos del virus SARS-CoV-2 parecería indicar que las vacunas contra el COVID-19 no presentan las dificultades de las de la gripe ni de las del SIDA.

Leer la respuesta completa...

Las vacunas contra la gripe (que, al igual que el COVID-19, es causada por un virus respiratorio con genoma de ARN) deben ser actualizadas todos los años debido a la variación del virus. Es por eso que, año a año, nuevas versiones de la vacuna deben ser administradas a las poblaciones de riesgo. Se podría pensar que la situación con las futuras vacunas contra el coronavirus SARS-CoV-2 sería similar, pero esto no es necesariamente así. Si bien todos los virus con genoma de ARN mutan más rápidamente que los de genoma de ADN (y, por lo tanto, pueden evolucionar más velozmente), dentro de los de genoma de ARN los coronavirus son los que mutan más lentamente. Esto tiene que ver, por un lado, con que los coronavirus tienen genomas hechos de una única y muy larga molécula de ARN, mientras que el virus de la gripe tiene un genoma hecho de varias moléculas de ARN, mucho más cortas, que por un mecanismo de “barajar y dar de nuevo” dan lugar a muchas variantes del virus rápidamente. Por otro lado, los coronavirus tienen un mecanismo de corrección de los errores que se generan al copiar su genoma (es decir, de posibles mutaciones) que no está presente en otros virus de ARN como el de la gripe. Si bien este mecanismo no es tan bueno como el que usan tanto nuestras células como los virus de ADN, igualmente ayuda a que en los coronavirus la velocidad de mutación sea menor que en otros virus de ARN. De hecho, es posible desarrollar vacunas efectivas (y que no necesitan ser actualizadas todos los años) contra algunos virus de ARN, como sucede con el sarampión (cuyo genoma consiste en una sola molécula de ARN). Cada virus es “un universo”: el ejemplo de la vacuna contra el sarampión no implica que la vacuna contra el COVID-19 vaya a ser fácil de desarrollar, pero que el SARS-CoV-2 sea un virus de ARN tampoco implica que la vacuna vaya a ser difícil o imposible.

También se dice que llevamos casi 40 años esperando una vacuna contra el SIDA, y por lo tanto no podemos esperar una vacuna contra el COVID-19 en un año. Esto tampoco es correcto. El VIH o virus del SIDA establece una infección de larga duración (es decir, una infección crónica), porque logra evadir al sistema inmune durante décadas. Parte de esta evasión se basa en que el VIH muta tan rápidamente que, dentro de un mismo individuo infectado, el virus va evolucionando para escapar de la presión del sistema inmunitario. Entonces, las vacunas contra el VIH no pueden sencillamente imitar la respuesta inmunitaria que se da en la infección, sino que tienen que generar nuevos mecanismos de respuesta que logren eliminar el virus, y éstos están siendo difíciles de encontrar.

A diferencia del caso del SIDA, la gran mayoría de las personas con COVID-19 se curan rápidamente y sin intervención de medicamentos, porque su sistema inmune naturalmente aprende a reconocer al virus, y lo elimina. Además, parecería que los anticuerpos que generamos en una infección nos protegen de volver a infectarnos, como se deduce de lo que ocurrió en un barco de pesca de altamar en el que hubo un brote de COVID-19. Los tripulantes que tenían, por infecciones anteriores, anticuerpos en su sangre efectivos contra el virus en ensayos de laboratorio, no se infectaron a bordo del barco. En cambio, la gran mayoría de los tripulantes que no tenían estos anticuerpos se infectó durante el viaje. Entonces, a diferencia del caso del SIDA, las vacunas contra el COVID-19 necesitan desencadenar el mismo proceso inmunológico que ocurre en la infección, solo que antes de que la infección se produzca.

La discusión anterior puede inducir a pensar que la inmunidad se limita a los anticuerpos, lo cual sería un error. Tanto la infección previa como las vacunas probablemente generen (y en algunos casos se sabe que generan), además de anticuerpos, otros mecanismos de inmunidad que, si bien no nos protegerían de que el SARS-CoV-2 colonice temporalmente nuestras vías respiratorias, sí harían que la infección sea leve, sin riesgo de vida.

¿Ya se sabe que las vacunas contra el COVID-19 funcionan?

Las fases iniciales de los ensayos clínicos arrojan datos positivos. Sin embargo, no alcanzan para asegurar que las vacunas protegen contra la infección. Adicionalmente, además de saber si protegen, hay que saber que no causan efectos secundarios no deseados. Todo esto se sabrá más definitivamente cuando las vacunas concluyan la fase III de sus ensayos en humanos, fase a la que muy pocas vacunas han llegado hasta el momento y ninguna ha terminado.

Leer la respuesta completa...

De las más de 180 vacunas en estudio, a principios de octubre 2020 más de 40 están siendo ensayadas en humanos. A su vez, sobre 8 de ellas ya se conocen datos de las fases iniciales de los ensayos clínicos. Estas primeras fases (llamadas fases I y II) involucran decenas o centenas de voluntarios y sirven para tener datos iniciales sobre posibles efectos no deseados, y para saber si efectivamente se inducen anticuerpos contra el virus. Todos los resultados de ensayos de fase I y II que se han informado son positivos: los efectos no deseados son más o menos leves (del tipo dolor de cabeza, cansancio o fiebre en algunos vacunados), y claramente se generan anticuerpos neutralizantes contra el virus. (Anticuerpos neutralizantes quiere decir anticuerpos que logran evitar que el virus infecte células humanas en cultivo en el laboratorio.) Esto puede llevarnos a pensar: “¡ya está!”, pero (¡lamentablemente!) no es así.

En primer lugar, para descartar aquellos efectos no deseados que podrían aparecer en un porcentaje bajo de los vacunados (¡pero que, si se vacuna a la mitad de la población mundial, podrían afectar a muchas personas!), son necesarios los ensayos clínicos de fase III, que involucran a decenas de miles de personas.

En segundo lugar, que las vacunas induzcan anticuerpos neutralizantes no quiere decir que efectivamente nos protejan de la infección. En efecto, aún no sabemos cuál es el nivel de anticuerpos neutralizantes en sangre que asegura esta protección. En la mayoría de los ensayos clínicos que han sido informados, se observó que los niveles de anticuerpos neutralizantes en la sangre de las personas vacunadas fueron similares o algo mayores a los que hay en la sangre de personas que pasaron por la infección y se curaron. Esto es alentador, pero no asegura que estos niveles de anticuerpos sean suficientes para prevenir nuevas infecciones. Los datos de los ensayos clínicos tampoco nos permiten decir cuál de las vacunas candidatas genera mayores niveles de anticuerpos neutralizantes: los ensayos de neutralización que usa cada laboratorio son diferentes, y desgraciadamente no se ha puesto en práctica que todos los laboratorios comparen sus resultados con una mezcla de anticuerpos de referencia (es decir, un “patrón” común).

Al igual que el problema de los efectos indeseados poco frecuentes, el problema de saber si las vacunas candidatas efectivamente protegen se resuelve en los ensayos de fase III. En estos ensayos, los miles de participantes son divididos en dos grupos: uno en el que reciben la vacuna y otro en el que reciben un pinchazo con el mismo líquido en el que está la vacuna, pero sin vacuna (el famoso placebo). Ninguno de los participantes sabe qué recibió. Luego de algún tiempo, se analiza si efectivamente hubo menos infectados entre los que recibieron la vacuna que entre los que recibieron el placebo.

¿Cuándo van a estar listos los primeros resultados de fase III?

Los directores de Pfizer y BioNTech dijeron que para mediados o fines de octubre podrían tener los datos necesarios para la aprobación de su vacuna, una de las más avanzadas en la carrera. Sin embargo, hay muchas variables que determinan la duración de los ensayos clínicos, por lo que es imposible poner una fecha realista. De todos modos, es muy probable que antes de fin de año ya se conozcan resultados de más de uno de estos ensayos clínicos.

Leer la respuesta completa...

A fin de setiembre de 2020, 9 vacunas candidatas han comenzado ensayos de fase III. Estos ensayos estarán terminados recién a finales de 2021. Sin embargo, en el contexto actual de emergencia mundial, se espera que los organismos reguladores de Estados Unidos y Europa aprueben vacunas en base a datos parciales de estos ensayos de fase III, siempre que estos sean lo suficientemente positivos. Un aspecto crítico es que al vacunar ya no a cientos, sino a decenas de miles de personas, no aparezcan efectos no deseados graves. A principios de setiembre, el ensayo de fase III de AstraZeneca estuvo detenido durante 6 días, mientras se examinaba un caso de inflamación en la médula espinal de uno de los voluntarios (y, en Estados Unidos, sigue detenido al momento de publicar este artículo).

Dado el alto número de personas involucradas en estos ensayos, es estadísticamente probable que aparezcan episodios de enfermedades graves, no necesariamente debidos a la vacuna. Sin embargo, el tipo de inflamación que desarrolló la persona que tuvo el problema en el ensayo de AstraZeneca ha sido alguna vez asociada a infecciones virales, y la vacuna de AstraZeneca usa un virus (llamado adenovirus) de chimpancé, modificado para que no pueda reproducirse y para que transporte el ADN que tiene las instrucciones para producir la proteína espícula (spike) del coronavirus. Al momento de escribir este artículo, la empresa no ha dado detalles médicos sobre la evaluación que determinó que el ensayo clínico podía recomenzar (en el Reino Unido, Brasil y Sudáfrica) luego de la pausa. Suponemos que se llegó a la conclusión de que es improbable que el episodio se haya debido a la vacuna, pero habrá que esperar a que el ensayo avance más para tener certezas. En todo caso, esta anécdota muestra cómo funciona el sistema: en los ensayos de fase III se prueban las vacunas en decenas de miles de personas cuidadosamente monitoreadas para evaluar si existen efectos adversos.

Es importante que los ensayos se hagan en tantas personas porque los efectos adversos pueden ser diferentes en personas con diferentes constituciones genéticas e historias de vida, y es razonable que ciertos efectos puedan aparecer en una de cada 100 o 1000 personas. En este punto debemos recordar que las futuras vacunas contra el COVID-19, que serán usadas a escala mundial, estarán sometidas a un enorme nivel de vigilancia para evitar que puedan tener riesgos significativos. También está bien recordar que las vacunas son un tipo de avance tecnológico con una relación beneficio-riesgo altísima para la humanidad.

El segundo aspecto, también crítico, de las fases III es que surja evidencia estadística de que las vacunas efectivamente protegen contra la infección. Se considera que una vacuna que disminuye la probabilidad de infectarse a la mitad o menos (en comparación con la probabilidad que tienen los que reciben placebo) es suficientemente efectiva para ser aprobada. Este aspecto de los ensayos de fase III se basa en los contagios que naturalmente ocurren entre personas a las que se les sigue recomendando usar tapabocas y mantener distancia social. Cuanto mayor sea el nivel de contagio en la población en la que se hace el ensayo, más pronto puede haber datos sobre la eficacia de una vacuna. Por ejemplo, si dos meses luego del comienzo del ensayo, entre la gente que recibió placebo, hay 1 enfermo de COVID-19 en 1000 personas, y entre la que recibió la vacuna hay 0 enfermos en 1000, esto puede ser azar y no quiere decir nada. En cambio, si los números son 155 enfermos en 1000 contra 5 enfermos en 1000, seguramente la vacuna protege. Por esta razón, los laboratorios están dirigiendo al menos parte de sus ensayos de fase III a países con un alto nivel de contagio, como Brasil, Sudáfrica y Argentina. La rapidez con la que se llegue a datos estadísticamente significativos sobre protección también depende de qué tan efectivas sean las vacunas: es más fácil ver el efecto de una vacuna que da el 100% de protección que el de una que da el 50%.

Algunos laboratorios están haciendo declaraciones públicas en las que prometen resultados para fines de octubre. En el mejor de los casos, están haciendo proyecciones aventuradas sobre el nivel de contagio futuro en los lugares en que se desarrollan sus ensayos y sobre la eficacia de sus vacunas; en el peor de los casos, están buscando cínicamente que sus acciones suban. Globalmente, una previsión prudente es que las primeras evidencias sólidas de protección por vacunas surgirán a fin de 2020.

¿Con un pinchazo alcanzará?

Seguramente no: es más probable que las primeras vacunas en ser aprobadas sean en dos dosis, espaciadas entre dos semanas y un mes. De todos modos, no es improbable que, con más tiempo, aparezcan vacunas en una sola dosis.

Leer la respuesta completa...

La gran mayoría de los ensayos clínicos de fases I y II de los que hay datos usan vacunación en dos dosis, espaciadas entre dos semanas y un mes. En el caso de la vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, si bien la apuesta principal fue ir a una sola dosis, las pocas personas en el ensayo que recibieron dos dosis respondieron notoriamente mejor. En consecuencia, el ensayo de fase III de esta vacuna utiliza dos dosis.

El vacunar usando dos dosis es el doble de caro y limita a la mitad la cantidad de personas que pueden ser vacunadas prontamente, ya que la capacidad mundial de producción de vacunas no va a llegar a satisfacer la demanda, al menos durante 2021. La doble dosis, además, implica desafíos logísticos importantes: hay que asegurarse de que cada persona reciba no una ni tres sino dos dosis, lo que no es fácil en países muy poblados del tercer mundo, como Brasil o India. Hay dos farmacéuticas grandes (Johnson & Johnson y Merck, ambas más atrás en la “carrera”) que siguen apostando a vacunas de una sola dosis, y los datos iniciales de Johnson & Johnson para una sola dosis (de una vacuna basada en adenovirus), que se divulgaron a fin de setiembre, son bastante alentadores. Podría pasar que inicialmente se usen vacunas en dos dosis, y un poco más adelante se aprueben, y luego se impongan, vacunas en una sola dosis.

Más allá de que la vacuna consista en dos dosis espaciadas en algunas semanas o en una sola dosis: ¿cuánto va a durar la protección? Si bien hoy por hoy solo podemos especular, lo más probable es que los anticuerpos generados por las vacunas que se aprueben mantengan niveles efectivos durante al menos un par de años. En general, es de esperar mayor duración de la protección por parte de vacunas en dos dosis que por las que sean en una dosis. Otro factor importante es que siempre está la posibilidad de implementar un "refuerzo" de la vacuna: una dosis adicional, dos o más años después de la dosis inicial o dosis iniciales, que haga que los niveles de anticuerpos vuelvan a aumentar.

Además, es de esperar que las vacunas también induzcan lo que se llama "memoria inmunológica", que dura bastante más que los anticuerpos, y que incluye a células que, frente a un nuevo contacto con el virus, en pocos días comienzan a producir anticuerpos nuevamente. Esta memoria, si bien no evita que un virus vuelva a colonizar transitoriamente nuestras vías respiratorias, evita que genere una infección con síntomas importantes. Por supuesto, la memoria funciona siempre que el virus no evolucione lo suficiente para dejar de ser reconocido.





Representación artística (con base científica) de anticuerpos neutralizantes unidos al virus SARS-CoV-2.

Representación artística (con base científica) de anticuerpos neutralizantes unidos al virus SARS-CoV-2.

Imagen perteneciente a Kateryna Kon/ Shutterstock.

Las nuevas vacunas genéticas ¿cambian nuestro genoma?

Los portavoces de la seudociencia están diciendo muchos disparates. Lo que sí es verdad es que buena parte de las vacunas candidatas más avanzadas se basa en tecnologías que hasta ahora no han sido empleadas en vacunaciones masivas de seres humanos. Las tecnologías en sí no son tan nuevas y vienen siendo usadas en otros contextos desde hace años. De todas formas, esto requiere que seamos más cautelosos.

Leer la respuesta completa...

Dos tecnologías nunca antes usadas en vacunas para humanos de manera masiva son utilizadas por cinco de las vacunas candidatas que están en fases avanzadas: ARN mensajero (Moderna y Pfizer/BioNTech/FosunPharma, de USA, Alemania y China) y vectores adenovirales (AstraZeneca de Reino Unido y Suecia, Instituto Gamaleya de Rusia, CanSino de China). Sobre esto se escriben y dicen en las redes coloridos e irresponsables disparates, como que las vacunas nos van a “re-escribir el genoma”, haciendo que “dejemos de ser humanos”.

Las vacunas genéticas se basan en hacer entrar información en algunas de nuestras células para que éstas produzcan una proteína “extraña” (en el caso que nos ocupa, la proteína de la espícula -o spike, en inglés- del SARS-CoV-2, que es la que le permite al virus colonizar nuestras células). Esta información, que está en forma de ARN mensajero o de ADN, según de qué vacuna se trate, ingresa a algunas de nuestras células, pero queda separada de nuestro genoma y, al cabo de un tiempo, se pierde, porque ese ARN o ADN es naturalmente degradado, dentro de las células vivas o cuando las células mueren (y son reemplazadas por células nuevas). Entonces, el genoma en sí no es alterado. Además, no hay posibilidad de que esa información sea transmitida a nuestra descendencia.

Dejando los disparates de lado, cualquier tecnología nueva debe ser tratada con más precaución que una que ya se conoce, y es posible que los entes regulatorios exijan más datos para aprobar vacunas que tengan estas características. De hecho, si llegara a surgir un problema de seguridad con la vacuna de AstraZeneca, esto dificultaría mucho el avance de las otras vacunas que usan vectores adenovirales. De todos modos, entre las candidatas también avanzadas, hay vacunas más convencionales, que emplean virus inactivado (SinoPharm y SinoVac, ambas de China) o la proteína de la espícula del virus integrada en pequeñísimas partículas formadas por una especie de jabón de origen vegetal (Novavax, USA).

¿Qué tan difícil va a ser distribuir las vacunas?

Algunas vacunas candidatas avanzadas requieren ciertas temperaturas de almacenamiento particulares y, por lo tanto, tienen que ser transportadas en vehículos especiales en lugar de en camiones de carga comunes (¡ni pensar en un cuatrimotorrrrr!). Esto seguramente va a enlentecer su distribución a ciudades, pueblos y comunidades rurales donde se necesiten. Otras tienen requerimientos menos exigentes.

Leer la respuesta completa...

Generalmente, las vacunas se almacenan en heladeras, a temperaturas de entre 2 y 8 grados. Las vacunas basadas en ARN mensajero (que, en general, es una molécula poco estable) van a requerir para su almacenamiento de largo plazo freezers de -20 grados (Moderna) o de -80 grados (Pfizer). Este requerimiento (muy especialmente en el caso de la vacuna de Pfizer) complica la distribución de la vacuna, aún en países del primer mundo – ¡y no podemos ni imaginar que pueda aplicarse al interior rural de Brasil o de la India!

Otras de las vacunas candidatas avanzadas precisan temperaturas de almacenamiento convencionales (de entre 2 y 8 grados), que son más accesibles. En el otro extremo, la vacuna de SinoVac (virus inactivado), según declara la empresa, resiste hasta 28 días a 37 grados, lo que haría posible que su transporte se haga a temperatura ambiente. En el caso de la vacuna rusa, se probó con buenos resultados una variante en la que la vacuna es secada (de una forma muy poco agresiva), lo que permite transportarla a temperatura ambiente.

¿Cuánto incide la política en esta carrera?

Rusia asegura haberle ganado a los países occidentales la carrera por una vacuna. Trump está prometiendo una vacuna para el mes de octubre, por más que la mayoría de los científicos lo vean poco probable. La ciencia se está encontrando con enormes presiones políticas, y esto sólo trae desconfianza.

Leer la respuesta completa...

El 11 de agosto el Ministerio de Salud de Rusia aprobó la vacuna producida por su Instituto Gamaleya, antes de que ésta ingresara a fase III y antes de que se publicaran los datos de las fases I y II. Esta aprobación limitó su uso a grupos de riesgo para el COVID-19. En China, aparentemente han sido aprobadas dos vacunas, que tampoco pasaron por fase III, también para uso limitado. En occidente se entiende que una de éstas es la de CanSino (adenovirus), aprobada para uso por las fuerzas armadas, y la otra es la de SinoVac (virus inactivado), para uso en grupos de riesgo como el personal de la salud.

En la práctica, lo que logran estas aprobaciones es reclutar a poblaciones indebidamente informadas (algunos rusos en la tercera edad, imaginamos) o sin opción de protestar (los militares chinos) a ensayos de fase III que no llevarán el nombre de tales. En el caso ruso especialmente, la aprobación prematura sirvió, además, para un fuerte despliegue de propaganda nacionalista, que incluyó detalles frívolos como que la hija del presidente Putin había sido vacunada. Mientras tanto, en Estados Unidos el presidente Trump promete que los ciudadanos recibirán una vacuna antes de fin de año, y quizás antes de las elecciones presidenciales (a celebrarse el 3 de noviembre), y presiona a las reparticiones estatales involucradas en el desarrollo y aprobación de las vacunas para que acorten los plazos. No parece imposible que en este contexto, el gobierno actual de Estados Unidos apruebe una vacuna en forma prematura, y que la decisión sea luego revertida por la siguiente administración, si Trump pierde las elecciones.



La vacuna desarrollada por el Instituto Gamaleya, de Rusia.

La vacuna desarrollada por el Instituto Gamaleya, de Rusia.

¿Quién se vacuna primero?

El reparto de las vacunas que se produzcan primero es un gran problema. Pueden pasar años antes de que tengamos vacunas para los 8 mil millones de personas de todo el mundo. Muchos países ya están reservando dosis para todos sus ciudadanos. Otros tendrán que decidir cómo repartir las primeras que obtengan.

Leer la respuesta completa...

En la lógica actual de superposición de etapas hacia las vacunas, las fábricas que las producirían ya están siendo construidas o adaptadas. Sin embargo, seguramente no todas estas fábricas podrán volverse operativas (al menos no en el futuro cercano), por el simple hecho de que es improbable que todas las vacunas actualmente en carrera sean aprobadas. Esto hace que para 2020 sin dudas (suponiendo que alguna vacuna sea aprobada en el correr de este año) y seguramente también para 2021, la capacidad mundial de producción de vacunas contra el COVID-19 será menor a la demanda mundial. De hecho, la Organización Mundial de la Salud y el Serum Institute de India (el productor de vacunas con la mayor capacidad en el mundo) estimaron que harán falta 4 o 5 años para producir las vacunas necesarias para inmunizar a la humanidad.

Los países más pudientes ya han pre-comprado grandes cantidades de dosis de vacunas, agotando la posible capacidad de producción del 2020 y avanzando sobre la de 2021. El mayor “pre-comprador” per cápita es Reino Unido, con 5 dosis reservadas por habitante en total, considerando diferentes vacunas que no necesariamente serán aprobadas. Aún no está claro qué ocurrirá con estas pre-compras en los casos en que las vacunas correspondientes no sean aprobadas.

En este contexto surge una iniciativa llamada COVAX, apoyada por la OMS y otras entidades, con el objetivo declarado de facilitar el acceso global a las vacunas contra el COVID-19. COVAX funciona como una “cooperativa de compra” en la cual los países de ingresos medios y altos pueden optar por ingresar dinero, que luego se usa para asegurar dosis de vacunas. COVAX promete asegurar a los países contribuyentes dosis para vacunar al menos a un 20% de su población y, una vez que se llegue a este nivel para todos los países contribuyentes, hasta un 50% de la población para los países que hagan las contribuciones correspondientes a tales porcentajes más altos de sus poblaciones. Por ejemplo, para integrarse a COVAX, Uruguay tendría que pagar, antes del 9 de octubre, un adelanto de unos 2,2 millones de dólares, asegurando con esto dosis para vacunar al 20% de su población, a un costo total estimado de unos 14,4 millones de dólares. También podría optar por reservar dosis para sólo el 10% de su población, o por reservar más dosis (hasta las correspondientes al 50% de su población), pagando en cada caso cifras proporcionales a las dadas más arriba. Todo esto se calcula en el supuesto, probable como explicamos antes, de que van a ser necesarias dos dosis por persona.

COVAX además tiene un sub-programa que canaliza fondos de ayuda al Tercer Mundo (de orígenes estatales y privados) de forma de permitir a los países pobres beneficiarse de la iniciativa, sin poner dinero; los países contribuyentes a COVAX tienen la opción de, adicionalmente, poner dinero en este mecanismo de ayuda a los países pobres. COVAX hace arreglos con diferentes laboratorios, de forma de minimizar los riesgos de no aprobación de vacunas particulares – hasta donde se sabe, ha hecho arreglos con AstraZeneca y NovaVax. Por otro lado, en nuestra región, tanto Argentina como Brasil han hecho acuerdos individuales con AstraZeneca para producir la vacuna y asegurarse cierto número de dosis si esta es aprobada, más allá de que ambos declaran apoyar a COVAX. Además, el estado brasilero de San Pablo ha hecho un arreglo similar con SinoVac.

Cuatro científicos trabajando en las instalaciones.

Instalaciones del Serum Institute of India, que posee la planta de producción de vacunas más grande del mundo, y tiene previsto producir las vacunas de AstraZeneca y NovaVax.

Pre-compras de dosis de vacunas contra el COVID-19 conocidas al 27 de agosto. Los datos sobre COVAX incluyen sólo el mecanismo de ayuda a países pobres, ya que todavía no se ha cumplido la fecha a la cual los países de ingresos medios-altos y altos deben “señar” su participación.


Tomado y traducido de Nature (doi: 10.1038/d41586-020-02450-x).

¿Hasta cuándo tendremos que convivir el COVID-19?

Aunque tal vez falte mucho para que un gran porcentaje de la población tenga acceso a una vacuna, es posible que para cuando la vacunación comience, el COVID-19 sea visto como menos letal que al comienzo de la pandemia.

Leer la respuesta completa...

En el contexto de probable oferta limitada de las vacunas que se aprueben, no deberíamos esperar que todas las personas seamos vacunadas, o por lo menos no antes de 2022. Es mucho más probable y lógico que en las primeras etapas se priorice vacunar a las personas de tercera edad y con otros con factores de riesgo, así como al personal de la salud.

Por otro lado, algunos países de Europa occidental, incluyendo a España, Francia y Reino Unido, están experimentando ahora una segunda ola de contagios de dimensiones similares a la de marzo-mayo, pero con la diferencia de que ahora muere una proporción muchísimo menor de las personas infectadas. Algo parecido, si bien no tan marcado, se observa en Estados Unidos. Este fenómeno, que no se entiende del todo, seguramente se deba a varias razones combinadas.

Una de estas razones es que, como ahora se hacen muchos más tests, se detecta a una proporción mucho mayor de los casos leves y asintomáticos. Esto nos dice que parte de la baja de la letalidad es aparente y no real: antes había más casos totales de lo que creíamos (cosa que se ve confirmada por los relevamientos en base a anticuerpos hechos en marzo-mayo en Europa y Estados Unidos, que detectaron que entre 5 o 10 veces más personas habían pasado por la infección de lo que indicaban los números “oficiales” de casos de COVID-19). Sin embargo, otra parte de la baja que se observa en la letalidad casi seguramente es real: los sistemas de salud están mejor preparados y se conoce más acerca del manejo de los pacientes graves. Si esta última tendencia se afianza, quizás una vez que las personas añosas y con otros factores de riesgo estén vacunadas, dejaremos de ver al COVID-19 como una amenaza terrible, al menos en los países con sistemas de salud funcionales, como el nuestro.

¿Nos espera un 2021 tan raro como el 2020?

Acceder a nuestra bola de cristal...

Es imposible predecir el futuro, pero si tratáramos de imaginar un escenario probable, diríamos que va a haber vacunas contra el COVID-19 seguras y al menos razonablemente efectivas, y cuya protección dure al menos un par de años. Esto no implica el final de la pandemia ya que, en el mejor de los casos, pasarán un par de años antes de que se pueda vacunar a suficientes personas como para alcanzar la inmunidad de rebaño en la mayoría de los países y comunidades del mundo.

Si intentáramos usar la bola de cristal para Uruguay en particular, diríamos que la primera mitad de 2021 será aún de tapabocas y distancia social pero con vacunación de los ancianos y de otros grupos de mayor riesgo, y que en la segunda mitad de 2021 irán recibiendo vacunas las personas en algunas franjas etarias gradualmente menores. En este período, las medidas de precaución seguirán siendo recomendables, porque las vacunas no necesariamente protegerán en un 100%, y porque aún habrá mucha gente no vacunada. Sin embargo, imaginamos que en este período el miedo colectivo al virus habrá bajado mucho, y las autoridades tendrán dificultad para convencer a la población de mantener las precauciones. Esto podría generar una ola de infecciones entre la gente aún no vacunada, sin que eso implique un gran número de muertes.

¿Te quedaste con ganas de saber más sobre las vacunas?

Te recomendamos este artículo que publicamos en mayo donde se explican las fases del desarrollo de las vacunas en general y los tipos de vacuna de las principales candidatas contra el COVID-19.